ALERTAS

ALERTAS

Alerta de erupciones:
cutáneas y solares.
Alerta de marrones
y cuentas por saldar.

Peligro de elecciones
para colmo de males.
Alerta de apagones
de mentes al azar.

El sol está que Trina
de limón con burbujas.
El riesgo es una inquina
de aurora boreal.

Alerta de rutina
y de invasión de ouijas.
No queda Biodramina
de tanto marear.

Hay peligro inmediato
de volvernos idiotas.
Alerta de hacer tratos
sin nada que tratar.

Defcon 5 de flato
de dar tanto la nota.
Temor a que éste rato
dure una eternidad.

Y así vamos tirando,
entre alertas y amagos,
entre sustos y tragos
de calor sin usar.

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HABLANDO CLARO

HABLANDO CLARO

Una vez arbitrado el apriorismo
que pueda resultar más efectivo
para crear un caldo de cultivo
con el que suavizar el alarmismo,

habrá que promover un mecanismo
que sirva de acicate y de reactivo,
y aborde sin tardanza el objetivo
de frenar un posible cataclismo.

Se deben conseguir, sin más tardanza,
consensos que estimulen la manera
de perseguir conciertos y alianzas

que tiendan a servir de lanzadera
para recuperar la confianza.
En resumen, que sálvese quien pueda.

DE RISA

DE RISA

Qué invierno tan singular,
tan concentrado, tan breve
tan llueve por no llorar,
tan como de siete a nueve.
Tan de no saber sumar
ni números ni colores,
cerrado de par en par,
abierto por vacaciones.
Qué invierno tan anormal
tan raro, tan anodino,
tan de ponerse a pactar
sin importar un pepino.
Tan de fiesta sin guardar,
tan de no verlas venir,
qué invierno tan peculiar
tan perdido, «Tan, Ton, Tin».
Tan de -¿Qué dices? Me opongo,
tan chulo, tan «y tú más»,
tan de mirarse el mondongo 
sin pensar en los demás.
Tan absurdo, tan extraño,
como de aquella manera,
tan de no salir del baño.
Qué invierno tan primavera.

AQUÍ JUGAMOS TODOS O NOS PINCHAN EL BALÓN

AQUÍ JUGAMOS TODOS O NOS PINCHAN EL BALÓN

Somos un pueblo poco dado a los llamados «procesos participativos». En la mili ya se decía «voluntario ni a comer». No reniego de ellos, al contrario, pero intento ceñir mi comentario a la realidad social que padecemos. Lo de no participar lo llevamos en los genes, como tantas otras taras, heredadas de décadas de dictadura. Exceptuando el 2 de mayo, las elecciones cada cuatro años, un referéndum cada treinta y la amenaza de desaparición de un club de fútbol, nuestras movilizaciones «para quitar, poner rey, o ayudar a nuestro señor» se reducen a las juntas de vecinos, con escaso éxito de convocatoria, 

Se podría decir que, en estas lides, somos «demócratas no practicantes». Vamos a «misa», uno de cada doscientos domingos por saber si ha habido novedades. Si tuviéramos que estar cada poco tiempo manos a las urnas, no sé yo «qué otro pollo nos cantaría».

La razón de este quietud, hay quienes la justifican en aras de suponer que, para la cosa de pensar y decidir, ya están los profesionales de la política (risas). Para otros, es más una cuestión de no de no estar dispuestos perdonar las cañas del domingo por la mañana (ni las de a cualquier hora). 

No obstante, frente a los que ni están ni se les espera (la mayoría), aparecen los que se mueven como pez en el agua, los que sí creen que, en eso principalmente, es en lo que consiste la verdadera democracia real, algo que tampoco dudo.  

Por lo general, se trata de gente joven, igual de manipulada que el resto, pero con ese toque de rebeldía y de querer cambiarlo todo que les honra. Aún no saben (bendita inocencia) que la vida nos cambia a todos poco a poco, cana a cana, año a año y que, de la fiesta de la participación, antesala de la democracia, alfombra roja de las utopías, pasas a renegar de ir incluso a las reuniones familiares. 

Es engañoso someter a referéndum algo en lo que no se va a implicar una mayoría representativa. El hecho de someterlo, no, allá cada uno con su conciencia social, sino de considerar los resultados de esa consulta como la opinión de «todos» sin los votos de casi nadie. 

De eso se aprovechan los que venden la democracia en frascos pequeños y etiquetados, sin dar tiempo a que la gente previamente se adapte al nuevo modelo consultivo. 

Así que, si un día oye que se va a preguntar a la ciudadanía, en proceso participativo creado a tal efecto, por la necesidad de eliminar los cementerios (un suponer), si se abstiene de hacerlo, dése por enterrado en su despensa dentro de un Tupperware o en un tiesto del balcón. 

Que nadie se confunda conmigo. Creo que votar debería ser obligatorio, como lo es aceptar el resultado.

FEBRERO (Rocher)

FEBRERO (Rocher)

A veces cuesta ver la luz del día 
por más que el sol se ponga de puntillas.
Tal vez porque vivamos de rodillas
o porque se nos nubla la alegría
viendo el Retablo de las pesadillas.

No es fácil encontrar las ilusiones
en medio de ésta niebla impenetrable,
fabricada con agua no potable,
que no nos deja ver otras opciones,
que, ni levanta, ni es impermeable.

Cuando las cosas son lo que parecen
cuesta más defenderse con lo puesto.
Nos faltan mimbres para tanto cesto,
sobra desgana para lo que cuecen,
faltan semillas para tanto tiesto.

Cargados de razones para darnos
una tregua sin nada que soñar,
el tiempo se ha parado a consultar
si puede de algún modo consolarnos
o si será mejor verlo pasar.

Y con todo y con esto, no podemos
echarnos a dormir del otro lado.
No debemos anclarnos al pasado,
ni al presente que todos conocemos,
ni escoger el futuro equivocado.

Mientras todo se aclara, reintentemos:
Un viento nuevo para cada vela,
un hola para cada despedida,
una costura para cada tela,
una tirita para cada herida.
una anestesia para cada muela,

Un oleaje para cada roca,
una tormenta para cada fuego,
un alimento para cada boca,
una respuesta para cada ruego,
una colleja para quien se enroca.

Una sonrisa para cada duelo,
una palabra para cada gesto,
una caricia para cada anhelo,
una esperanza para cada resto
que vamos encontrando por el suelo.

Descubramos el alma de las cosas.
Repintemos el punto de partida.
Separemos el verso de la prosa.
Señalemos la puerta de salida
a los que nos han puesto las esposas.

PIMIENTOS UNO

PIMIENTOS UNO

Todo son rumores y saber «de oídas». Nadie sabe nada, ni los que algo saben. Eso es al menos lo que me parece, eso, y que lo que de verdad importa es que, cuando abras la boca, de la impresión de que te asiste la Razón Pura, la Práctica, la de Estado y la medio pensionista, aunque uno se muera, por boca de otro, como un pez Payaso. Lo que en realidad importa es que tu lenguaje corporal transpire el olor de que estás informado, que estás al tanto de todos los movimientos habidos y por hacer, que estás al cabo de la calle (como si la calle fuera de fiar o un lugar concreto) que hueles al aroma de los que mean colonia. 

Se trata de poder alardear de tu ignorancia sabiendo que, al final, todo se olvida, que nadie se acuerda de los impostores porque, en cuestión de tirarse a la piscina, todos lo hacemos, tarde o temprano. Lo que de verdad importa, importa un pimiento.

La mayoría de las veces estamos más deformados que informados y un buen día, si mostrar arrepentimiento, aparecemos ahogados en nuestra propias fuentes, fuentes, generalmente, interesadas, fuentes de las que solo emana vapor de nada, o agua de lluvia ácida. Las fuentes tampoco saben nada o, al menos, no lo saben todo. Saben también lo que les cuentan, lo que creen haber visto u oído, saben lo que quieren que sepan sus propias fuentes. 

La gente opina «lo que opina el que opina» que, a su vez, traslada lo que le han vendido a él o lo que pretende vendernos. 

Intercambiamos opiniones y «saberes» en camas separadas pero, de hacer intercambio de parejas o, ni hablamos. De perdidos al trío.

¿Quién tiene entonces la primera y la última palabra? Me da a mi que nadie se atreve a tanto, salvo los que no saben nada. En cualquier caso, el que las tenga a mano, o a máquina, que las vuelva a dejar dentro del diccionario.

CADA DÍA MÁS TURBADOS

CADA DÍA MÁS TURBADOS

Malheridos, más turbados.
Con más dudas que Descartes.
Hábilmente hipotecados.
Agarrados por las partes.

Arruinados por el todo.
Huecos, desestructurados.
Con el mapa del tesoro
sin cruz y deshilachado.

Esclavos del corazón
cuando no de la cadera.
Con vocación de escalón
huyendo de su escalera.

Sumisos, agarrotados.
impotentes, descreídos.
Con los saldos arrasados
y los sueldos revenidos.

Así estamos: confundidos,
frugalmente alimentados,
con el aire desteñido
en pulmones asfixiados.

De condición: estreñidos.
De profesión: extrañados.
Con pecado concebidos
por culpa de cuatro vagos.

Hartos de cambiar la hora
y de chorizos en tacos.
Y de que nos den por saco
con embudo y cantimplora.

Resacosos de las pegas,
del chocolate del loro.
De enhebrar hilos a ciegas.
De desafinar a coro.

Solos, mal acostumbrados.
Vestidos, pero sin ropa.
Jodidos, pero animados.
Perdidos dentro de Europa.

Así estamos, así somos,
Así «semos», así andamos.
Intercambiándonos cromos
que ya no coleccionamos.

Más peregrinos que el Papa.
Más listos que los demás.
Más de sayo que de capa.
Más abiertos que un compás.

Y esperando una señal,
mejorando la pendiente
de que, en este carajal,
quede vida inteligente.

HABLANDO EN PLATA

HABLANDO EN PLATA

Una vez arbitrado el apriorismo
que pueda resultar más efectivo
para crear un caldo de cultivo
con el que controlar el alarmismo,
siempre con un enfoque positivo,
habrá que promover un mecanismo
que valga de acicate y de reactivo
y aborde en una mesa el objetivo
de frenar, de momento, el cataclismo
de encontrarle a los otros un castigo.
Se deben conseguir, sin más tardanza,
consensos que estimulen la manera
de perseguir, conciertos y alianzas,
que tiendan a servir de lanzadera
para recuperar la confianza.
Crear las comisiones necesarias
para aclarar del todo casi nada
y mantener reuniones ordinarias
en las que discutir cualquier chorrada
con cierto aire de sesión plenaria.
Hay que ponerse manos a la obra
y «contextualizar» pares con nones.
Disimular el «tente mientras cobras»
e intentar asumir ciertas funciones
sin que parezca que vendemos sobras.
Lograr que se mantenga consensuada 
la solución al marco generado
por una decisión mal explicada
y entre nosotros, digámoslo claro,
que no parezca que no hacemos nada.

DE PROMESAS, UTOPÍAS Y VAMPIROS

DE PROMESAS, UTOPÍAS Y VAMPIROS

No sirve de nada tener buenas ideas si nadie acepta ser conejillo de indias. Las buenas ideas, en ese aspecto, adolecen de la misma falta de aceptación que las malas, ninguna. Los ases y los conejos quedan muy bien en mangas y chisteras pero, fuera de ellas, la magia les abandona como a las axilas los desodorantes baratos.

Aunque quisiera estar equivocado, muchas veces he manifestado convencido de ello que, el mundo suele cambiar a los que vienen a cambiarlo. Será por falta de valor, de consenso, de poder, de capacidad de convicción o sencillamente por miedo a perder la confianza de tus votantes pero, lo cierto es que, a la hora de la verdad, en política, o te adaptas a lo que la gente está dispuesta a consentirte o Puerta, Camino y Mondeño. 

La utopía está bien como castigo, en la práctica, no hay quien sea capaz de hacerla funcionar. Por eso es utopía, si no, no tendría la gracia que promete. No reniego de ella, me gustaría que pusiésemos más interés en lo que propone, en su capacidad regeneradora, en su locura. La mayoría de las genialidades nacen de lograr hacer realidad un imposible. Lo cierto es que: «es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja» que un pobre se deje arrastrar a un cielo que ni ve, ni siente, ni está dispuesto a padecer (Siempre que escribo el verbo padecer me acuerdo del chiste del hombre cubierto de pelo que le pregunta a su médico: Doctor, ¿qué padezco? y este le contesta: «Padece uzted un «ozito»)

No suelen cumplir las promesa sencillas, como para tragarse otro sapo a estas alturas, aunque el sapo parezca una rana y esconda un príncipe de infinitos colores. Condenamos a los justos por pecadores antes de que puedan salir de su «almario». Pero así son las cosas, la sociedad tiene miedo a los cambios, a la estética y a la ética que no ve del todo clara. Pintamos más de lo que exponemos, porque lo que se dice exponer, no exponemos nada,

A todos nos gustan los vampiros hasta que sentimos sus dientes clavados en nuestro cuello.