OKTOBERFEST

OKTOBERFEST

Qué cosas tiene la vida,
unos días hace historia
y otros se da a la deriva
hasta encuentrar la salida
por su puerta giratoria.

Lo que unas veces es bueno
(con futuro y sin pesados)
otras tantas echa el freno,
el mismo que Magdaleno, 
y huele a cuerno quemado.

La vida es un comité
federal, muy ordinario,
en el que el bajo da pie,
al guapo le sobra fe,
y Dios peca de becario.

Hoy puedes estar arriba
y al momento estar abajo
y, con esa perspectiva,
no hay Kamasutra sin IVA
ni la madre que lo trajo.

Un día te da la mano
y al otro te deja en cueros.
La vida es un gran hermano,
un horizonte cercano,
una sucesión de peros.

La vida es un libro abierto
que no solemos leer
mientras toca en el desierto
la orquesta del desconcierto
canciones por componer.

La vida es un más por memos,
un huevo para mil flanes,
una suerte que no vemos.
Eso sí,  si nos ponemos,
en cien años… alemanes.

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AUTORRETRETE

AUTORRETRETE

Al retrato de esta España
(en lienzo de pandereta)
le han pintado una guadaña
envuelta en una patraña
coronada con peineta.
Lo han pintado a navajazos
y pelillos a la mar,
con un pincel de mil trazos
al que le han puesto dos lazos
y un árbitro en cada bar.
Un retrato con paisaje
(a modo de bodegón)
donde sobra paisanaje,
una perdiz sin plumaje
y un huevo de corrupción.
En el cuadro compulsivo
de esta España con coleta,
junto al mundanal cautivo,
un San Nicolás esquivo
abarca pero no aprieta.
A la izquierda pueden ver
una multitud confusa.
A la derecha el querer,
y en el centro un «sinsaber»
en una montaña rusa.
Al fondo sombras y luces
bajo un sol enladrillado,
un monte con muchas cruces,
gente dándose de bruces
y tontos por todos lados.
De estilo remordimiento,
con un toque surrealista,
la obra es un sufrimiento
pintada sin fundamento
por un loco hiperrealista.
Este retrato sin cielo
huele mucho a hierba mala,
a galan de medio pelo,
a tocinillo de suelo
y a obso…eso, programada.

POR EL HUMOR DE DIOS

POR EL HUMOR DE DIOS

Dios nos libre de los iluminados.
De los que te desmienten la verdad.
De los excentricos descafeinados
que viven presos de su mismidad.
Dios nos libre de los encapuchados.
De los que sólo ven su realidad.
De los ególatras maleducados.
De los idiotas de solemnidad.
Dios nos libre de los acelerados.
De los que dan la alarma sin motivo.
De los que siempre pasan el recibo
sin importar si vives desahuciado.
De los que sólo ven los sinsabores.
De los que su torpeza justifican.
Dios nos libre de los opinadores
que aciertan sólo cuando rectifican.
De los políticos amortizados.
De los videntes en la oscuridad.
De los poderes deshumanizados.
De los podridos sin caducidad.
Dios nos libre de los acomplejados
que reparten estopa sin complejos
y, también, de los magos acabados
que sacan más chisteras que conejos.
Dios nos libre de los acomodados.
De los ridículos conspiradores.
De los histéricos apasionados
que alucinan en todos los colores.
Dios nos libre de los endemoniados.
De los que compran libros por las tapas.
De los que hacen su guerra atrincherados
en los pliegues rajados de los mapas,
y de los herederos del futuro
que nos toman por tontos cual cretinos.
Que, a todos, con cariño y sin bromuro,
les den por donde amargan los pepinos.

CAUSALIDADES.

Todo pasa por fumar,
correr riesgos, conducir,
transpirar y respirar,
pelearse, consumir.

Entrar, salir, enfermar,
comer, no comer, sufrir,
perder el juicio, viajar,
medicarse, desoír.

Por desamar, por huir,
enrocarse, claudicar,
amamantar, confundir,
abandonarse, tragar.

Tomar el sol, pelear,
fallar un gol, consentir,
hacer el tonto, pringar,
trabajar, planchar, parir.

Corromperse, disentir,
adocenarse, volar,
decir la verdad, mentir,
oponerse, comulgar.

Hacerse el loco, matar,
que te maten, presentir,
atragantarse, gastar,
hacer deporte, invertir. 

Enrocarse, desistir,
practicar sexo, soñar,
correr, aislarse, fingir,
Ir al trabajo, viajar.

Todo nos puede llevar
a «la mar que es el morir».
Pero, sin más que rascar, 
lo que es mortal, es vivir.

GENTE

GENTE

Decimos «gente» en genérico pero, en particular, ese y esa gente tiene: nombre, apellidos, parentesco, cargo, familia, pompi y circunstancia.

Esa gente puede ser, dependiendo del texto y el contexto: un jefe, tu pareja, el vecino de arriba, un tertuliano venido a menos, un tuitero venido a más, el compañero de turno, la madre que nos parió,  un idiota conocido o un político por conocer.

«Hay gente que…» Puede que sea el comienzo de frase más usado cuando el que lo escribe trata de desahogarse sin miedo ni complejos, sin ningún lujo de detalles, sobre su enemigo invisible. Hay gente es el enunciado universal de un zasca camuflado, de una colleja en toda regla de las que hacen temblar los pelos de las orejas.

«Hay gente que nace mema y ha tenido un par de recaídas, hay gente que piensa que los pájaros maman, hay gente que grita más que habla, hay gente que sabe tanto que sabe a mierda, hay gente que está en este mundo porque tiene que haber de todo, hay gente que callada seguiría estando igual de fea…», un no parar de gente leyendo y viniendo. Detrás de todas y cada una de estas sentencias de muerte literaria, quien más quien menos ve la foto de un rostro de frente y de perfil, una cara que solo nosotros somos capaces de reconocer, pero que es perfectamente compatible con los hijos de la ira que cada cual alberga en su interior.

Ser gente no tiene ningún mérito, odiar y ser odiado es fácil, lo que resulta embarazoso, en muchos casos, por mera cuestión de supervivencia, es citar la fuente de la que bebemos tanta mala leche. La cobardía de la gente.

Cualquiera podemos ser la gente de esa otra gente y viceversa. Somos gente sin fronteras, los sin rostro, los sin rastro, un ingente gentío de gente. Qué de gente.

TODO EL MUNDO

TODO EL MUNDO

No todo el mundo es todo el mundo. No todo el mundo tiene un perfil en alguna, o en todas, las redes sociales. Aunque nos parezca extraño hay muchas personas que no quieren saber nada de ellas, incluso entre las que ya están enredadas. Hay mucha gente, no sé si un todo el mundo de gente paralelo, que prefieren vivir al margen de esa ley o directamente les resulta inviable. Sin embargo pensamos que todo el mundo hace lo mismo que nosotros o que nuestro círculo vicioso. No todo el mundo escucha podcast, busca hoteles y vuelos en Google, tiene un canal en YouTube, escucha música en Spotify, ve las series de las que todo el mundo habla en el ordenador, se descarga aplicaciones para saber donde está Cuenca, sube a Instagram fotos de sus rodillas, de sus paellas y de sus destinos de vacaciones. No todo el mundo hace lo mismo. Si caemos en esa trampa corremos el riesgo de terminar excluyendo a los que están al margen de estas y otras muchas cosas. Terminaremos por creer que no existen, que no están ahí, que no son de este mundo y, en consecuencia, de ninguno. Vivirán ajenos a la toma de algunas decisiones, a la democracia participativa, a tener nuestro privilegio de no entender nada. Quedarán flotando entre el máximo común divisor y el mínimo común múltiplo. Estamos creando una sociedad dividida entre los que se enteran de todo, o eso creemos, y los que no se enteran de nada, o eso creemos igualmente. Cuidado con el todo que nos puede coger por sus partes. No somos todo el mundo.

A TIEMPO

A TIEMPO

Quizá no supe darme cuenta a tiempo. Dejé pasar las cosas pensando que algún día no me haría falta hacerse tantas preguntas, que las respuestas llegarían solas como llegan los trenes al andén de salidas. Seguramente estaba convencido de que el futuro dependía de mi mismo y no supe aprender a tiempo que, para ciertos fines, suele haber alguien que maneja tus hilos, que enreda con tus fantasías y te descoloca, una mano negra que tiñe de blanco todo lo que toca por simple disimulo. Jamás supe ejercer de marioneta, ni quise entrar al trapo como el polvo que espera ese destino. 

Estamos hechos de sueños que pocas veces despiertan en la almohada más mullida. No me enseñaron a conformarme, tampoco a lo contrario. No he aprendido que la vida es un milagro (si eres tú el que pagas de antemano los panes y los peces) para llegar al primer puerto y abandonar las redes a su suerte. No es cuestión de rendirse, ni de aceptar migajas, se trata de poner en valor lo que se tiene y ser menos infeliz lamiendo cicatrices, o ser feliz a secas con lo que has conseguido. No resulta sencillo. Cuando cuentas aviones desdibujando el cielo, suelo verme sentado en uno de ellos, no importa donde vaya siempre que no sea cerca. 

El destino se parece al reflejo de la luz de los faros sobre el agua, ignoras sobre que ola se posará en la siguiente pasada. Y se va haciendo tarde y el futuro no espera y la vida te extraña y no sabes porqué te dan la espalda, aunque no te quepa la menor duda (solo las mayores). 

Quizá sí me diera cuenta a tiempo, lo que pasa es que me apunté de la resistencia sin la más mínima intención de echarme al monte. No termino de verle la ventaja a ser hombre invisible. De todos los superpoderes me gustaría tener el de saber volar, aunque no me atreviera.