LLEGÓ LA HORA

LLEGÓ LA HORA

Es hora de cenar, de ver la tele.

De conectar la radio en la cocina.

Es hora de calmar el hidrocele

que te escuece sentado en la oficina.

Es hora de dormir a los pequeños.

De aligerar las cosas que nos pesan.

Es hora de tener de nuevo el sueño

de las mil y una noches que regresan.

Es hora de saber por qué te duele

que una imagen te ahorre mil palabras.

Es hora de bajarse de los trenes.

Es hora de subir a tu montaña.

Es hora de aparcar en el garaje

el coche del diablo sobre ruedas.

De hacer de nuestra casa el hospedaje

de la melancolía que nos llena.

Es hora de quitarte los zapatos.

De ponerte en pijama y zapatillas.

De volver a pegar los viejos platos

para darle la vuelta a la tortilla.

Es hora de tirarse de la moto.

De bajar el reloj con la basura.

De ser el descosido de ese roto

del brazo del sofá de la ternura.

Es hora de fijarse como meta

dormir toda la noche a pierna suelta.

De parar unas horas el planeta

aún sabiendo que sigue dando vueltas.

Es hora de matar el gusanillo.

De darle rienda suelta al no hacer nada.

De apretarse la tuerca del tornillo

de esta loca aventura cotidiana.

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TESTAMIENTO

TESTAMIENTO

Le regalo al papel mi mala letra.
Al mar mi soledad bien entendida.
Le regalo mi voz a la careta,
callada y de cartón, de mi otra vida.

Le regalo al pincel mis tres paletas.
Al tiempo mi reloj bajo de pilas.
Le regalo mi olor a la indiscreta
manera de abrazar de quien me espía.

Le regalo a la noche mis desvelos.
Al cielo mi oración más descreída.
Le devuelvo al dolor todos sus duelos
y los sollozos de la despedida.

Le regalo al amor todas mis velas.
Al placer el colchón de mis acciones.
A las bajas pasiones la trinchera
para ganar la guerra que proponen.

Le regalo al olvido mis recuerdos.
Al adiós una larga despedida.
Al cansancio le cedo mis esfuerzos
por hacer realidad tu fantasía.

Le regalo al silencio mis temores.
Al eco un diapasón para que afine.
Le regalo una nota a las canciones
cuando mi mala letra las deprime.

Le regalo un condón a los sin dones.
A la piel las caricias que le faltan.
Al deseo ese as de corazones
que se excita en la boca de mi manga.

Le regalo al diablo mis ardores.
A la ternura mi alma desatada.
Le regalo a la vida mis temores.
A cambio, yo, me quedo con las ganas.

(De MAR DE FONDO. Incluido en Contra viento y maneras.
Obra ganadora del XXX Premio internacional de poesía Ciudad de Jumilla).

PEROS EN LA LENGUA

PEROS EN LA LENGUA

Esta es la España del «pero»,
con razón o sin razón,
con dinero o sin dinero,
con o sin «poro-pom-pon».

Todo encuentra un lado oscuro,
una segunda opinión,
un Dar Vader, cien conjuros
(que unos pican y otros non).

La realidad tiene truco
y un alma conspiradora.
Ni los relojes de cuco
se asoman, según qué hora.

Cuando las cosas van mal
Don Pero enseña los dientes,
Si van bien, o medio tal,
navega a contracorriente.

El mal, que cien años dura,
se ha instalado, con papeles,
en esta España sin cura
pero mogollón de fieles.

Casi nada nos consuela.
Hemos perdido la fe,
la confianza y las suelas
de tanto echar a correr.

Aquí se nos junta el «pero»
con el poro y con el paro.
Lo barato sale caro
e impera el «poro-pom-pero»

Que estamos desencajados
entre peros y peritos,
lo saben los más pintados.
Y también dos huevos fritos.

¿QUIÉN?

¿QUIÉN?

¿Quién no se ha comido una esquina tratando de decidir, en una décima de segundo, si tomar la acera de la derecha o la de la izquierda?

¿Quién no ha salido a correr un día y no ha vuelto en taxi?

¿Quién no da la razón por instinto de supervivencia?

¿Quién no le teme a nada, ni siquiera a nadie?

¿Quién no tiene un quicio inconfesable?

¿Quién no ha estado alguna vez a punto de tirarse por la ventana de un edificio sin ellas?

¿Quién no conoce personalmente a su asesino en serie?

¿Quién no desconoce impersonalmente a su pareja en serio?

¿Quién se arriesga a darlo todo a cambio de rabia?

¿Quién no ha subido alguna vez al sótano?

¿Quién no se ha creído que es lo que los demás piensan de él?

¿Quién, estando frito, no ha tenido pesadillas que se muerden la cola?

¿Quién se considera infalible y está harto de ser guapo, salir en la tele, mear colonia y acostarse solo?

¿Quién no tiene un rumor en cada huerto?

¿Quién no le aplica a todo, todo lo que hay que aplicarle?

¿Quién osa usar palabras en desuso?

Pues eso digo yo ¿QUIÉN?

AJENO OPTO (surrealismo abstracto)

AJENO OPTO (surrealismo abstracto)

Ajeno a lo que se cuece a mi alrededor, opto por levantarme y hacerme el desayuno. 

Ajeno a lo que hay en mi despensa opto por tostarme un plan.

Ajeno al lamentable estado de mis neuronas, opto por comerme un bote de mermelada, literalmente.

Ajeno a mi indigestión, opto por enfriar mi mala leche.

Ajeno a mi desenfado, opto por beberme un café, solo.

Ajeno a mi soledad, opto por volverme a la cama.

Ajeno a lo dormido ando, me doy contra el pico de la mesilla de día y opto por meterme en la licuadora hasta que se me pase el dolor.

Ajeno a que le he dado sin querer al interruptor, opto por hacerme zumo de neuralgia y encharcar la cocina.

Ajeno a que me estoy pisando, me recojo con la fregona, me escurro en el cubo y me tiro por el inodoro. Opto por tirar de la cadena y me hago el firme propósito de no volver a optar a lo que me es ajeno.

UN MINUTO

UN MINUTO

Para llamar a las cosas por su nombre. 
Para decir mentiras a medias. 
Para otorgar callando. 
Para desdecirse.  
Para pedir perdón y parecer sincero. 
Para matar el tiempo.
Para gritarle a Dios que se despierte. 
Un minuto para recuperarme, para recuperarte.
Para dar la razón, para perderla.
Para vivirse de risa.
Para pedir ayuda de prestado.
Para regalar ayuda.
Para quitarle hierro al asunto. 
Para ser desliz.
Para ser feliz. 
Para quedarse mudo y que se entienda todo.
Un minuto para vivir del cuento breve, del relato corto.
Para decir chorradas a cambio de sonrisas, tantas como verdades a cambio de desprecios.
Para no decir nada, cuando no se tiene nada que decir.
Para contar hasta sesenta.
Para ponerse a cien.
Para darte la razón.
Para poner los relojes en hora.
Para parar.
Para partir.
Un minuto para pensar, sin perder un minuto.

En un minuto sobran las palabras cuando faltan razones y sobran razones cuando faltan palabras.

«Necesito un minuto.
Un minuto de tiempo.
Un minuto de luto
¡Por tus muertos!»

Imagen: OTOÑO. Acrílico sobre lienzo. JRTaboada.

HUMEDAD RELATIVA

HUMEDAD RELATIVA

Llovía por fin. En la radio sonaba una de esas canciones que le gusta bailar al corazón cuando se para, de esas melodías de entretiempo que juegan con tu pena a ver quién puede más.  

Miré por la ventana. Parecía como si al suelo le acabaran de pasar la fregona. Yacía reluciente como la frente de las farolas apagadas, como el reflejo de plata del cielo, oscurecido por las nubes al sol. 

Me fijé en como unas agotadas gotas caídas, colgaban de los hierros de la parte de abajo de la barandilla y se precipitaban lentamente sobre la acera dejando dibujada la forma de una estrella estrellada.  

Un brillo repentino de ventana entreabierta, que provenía del edificio de enfrente, distrajo mi mirada hacia la silueta de una mujer que, desnuda de amar, provocativa y
misteriosa, se dejaba llevar por la locura que enciende la tormenta e invadía su terraza. 

La lluvia comenzó a resbalar por su cuerpo, las gotas se cosían a su piel vistiéndola de agua, me pareció oír que me miraba, que me llamaba, que me invitaba a compartir con ella esa danza tribal y silenciosa de pasiones y risas, de provocación  y deseo. La humedad relativa tornó a absoluta.

Justo en ese instante, ahogado en el tiempo, me desperté tumbado sobre un charco de sangre.

O COMO SE DIGA

O COMO SE DIGA

A estas alturas (harturas) del año, con el cansancio por las nubes y el ánimo por los suelos, con la mala leche a punto de nieve y la nata con galletas, lo mejor que podemos hacer es abrir una maleta, meternos dentro y dejarnos llevar. Sacar del armario los sueños del verano (la ropa aún sigue fuera) y guardar en la cómoda la incómoda memoria astillada. Comprar un billete de ida, sin pensar en el de vuelta y hacernos amigos de lo inolvidable y, por defecto, de lo inoxidable. Disfrutemos de lo bueno conocido por si nos endosan un día lo malo por conocer.

A estas alturas del año, pesan las palabras y las voces, lo comido y lo servido, lo malo y lo peor, el este y el «o este», el bien y el mar, el mal y el ven

El pasado es un eco lejano que se pierde de vista. El futuro es un ruido incesante de caracolas saturadas de peces que ahogan el sonido de las olas y te escaman, de corazones cerrados por fuera, de fantasmas encadenados a su melodía, de vecinos bajando a la calle a subir la basura.

Regálate un minuto vacío para llenarlo como más te plazca, aunque sea camuflado entre el lenguaje que solo entienden los que se desvelan en mitad del día, con tal de no darse contra la mesilla de noche de madrugada. Relájate un minuto.

Llena tu vacío de caricias por probar, de luces por encender, de aire que ventilar, de sueños por arreglar, de vida por vivir, de ideas por tener … llena tu vacío de esas pequeñas cosas que a veces se asoman al balcón de la punta de la lengua y que nunca recordamos que están ahí, y que sienten el vértigo de la memoria y no les dejamos dar un salto al presente.

Fabriquemos tiempo, que es lo único que no se acaba nunca, que no cierra ni por vocaciones ni por derribo, que está ahí aunque no lo veamos o sepamos ver. 

Cumplamos las promesas que el enero pasado nos hicimos, antes de que se junten con las mismas promesas del enero que viene, excepto las promesas imposibles tales como: aprender inglés, ir al gimnasio, tomarse las cosas de otra manera, ahorrar para el puñetero capricho que ya no tenemos, hacerte la colonoscopia («lo bueno si breve dos veces radio»), la dolorosa y tan necesaria mamografía y conseguir no volver a prestarle dinero al primo del prestamista.

Saquemos la piel al sol en cuanto cante el rayo. Sequemos la mente al aire en cuanto calle el trueno. Hagamos algo por nuestro bien, por una vez, en defensa propia, en propia puerta, como un gol que te metes con gusto, que los autogoles pican menos que la sarna.

Y, si fuera posible, vamos a ponernos manos a la obra e intentar joder menos y follar más (o como se diga).

BLANCO Y NEGRO

BLANCO Y NEGRO

Cuando negro dijo que sí, blanco, más colorado que un gaznate, le contestó que -a buenas horas- y que -verdes las habían sesgado-.  

El futuro, de repente, apareció ante sus ojos de color gris (marengo para más señas).
Blanco siempre estaba que se subía por las paredes, negro, sin embargo, se quedaba agazapado en un rincón como una sombra. No le gustaba dejarse ver así como así, ni así.

Blanco no podía soportar que negro tuviera siempre una visión tan pesimista de la vida. Negro palidecía ante cualquier contratiempo pero, no se confundan, a negro por su parte, le ponía amarillo mostaza que blanco fuese siempre el idem de todas la miradas. Que lo viera todode color de rosa. Lo cierto es que no había color. 

Blanco y negro se habían conocido por casualidad una tarde en el bar, jugando al dominó y bebiendo carajillos. Fue la única ocasión en la que ambos tuvieron algo en común, aunque no dejaran de darse la espalda durante toda la partida. Era solo cuestión de puntos de vista.

Desde entonces hasta hoy se han pasado la vida echándose las cosas en cara, de paleta en paleta, de arco iris en arco iris, poniéndose de todos los colores. Uno piensa que es mejor que el otro. Blanco se escuda en que viste a la luna, negro presume de agujeros negros, blanco del día, negro de la noche. No terminan de comprender que sin la oscuridad no tendría sentido la luz y viceversa. Simple viceversa en blanco y negro.

Es más (véase la foto) la sombra de blanco es negra y el brillo de negro es blanco.