CORNADA DE REFLEXIÓN

CORNADA DE REFLEXIÓN

Llevo varias horas reflexionando y

he llagado a varias conclusiones:

Que las elecciones son como las

pizzas, el secreto está en la masa.

Que votar «con uve» es como

botar «con be» según se mire.

Que la papeleta la tienen siempre

los que ganan.

Que la abstención es la siesta de la

democracia.

Que todo es posible en domingo.

Que un colegio electoral es a un

colegio lo que un abre fácil es a X.

Que la urna son las «dorce» en

Canarias.

Que mal de muchos, epidemia.

Que hay quien vota en blanco

porque está negro.

Que mira que es fea la palabra

comicio.

Que en España, quien más quien

menos es o ha sido presidente de

algo alguna vez (o eso cree).

Que debería haber quince jornadas

de reflexión y una de campaña (y a

lo mejor son muchas jornadas de

campaña).

Que de los debates solo salen

contentos los que debaten.

Que un mitin es una tienda de

«campaña» con amigos.

Que los que pierden también ganan.

Que las encuestas mienten más que

los encuestados.

Que votar debería ser obligatorio.

Que una promesa es una promesa y

además es imposible.

Que los pactos hacen «cuac».

Y que ya no doy más de mí.

Y hasta aquí puedo reflexionar.

Anuncio publicitario

LA PREGUNTA

LA PREGUNTA

La pregunta más difícil de responder es esa que te formulan con la guardia bajada. En ese preciso instante en el que el vacío te llena entero y la araña de las esquina del techo te guiña un ojo desde su escondite, cómplice de tu mirada perdida y tu silencio sonoro.

-¿En qué piensas?-. (Preguntan mientras clavan su pupila en tu ignorancia azul).

Con las neuronas desarmadas, la pregunta entra en tu cabeza como una bala de fogueo, como una apisonadora sin nadie al volante decidida a aplastarte la capacidad de reacción.

De tu boca sale una respuesta que suele ser bastante peor que la pregunta.

-En nada-.

Y contestas eso aun sabiendo que es mentira, pero ¿cómo confesar que en realidad hablabas con la araña del rincón, con el cuadro de la pared o con la luz que juguetea con su sombra?

Cómo admitir que estabas pensando en algo que quizá preferirían no saber y, de ser bueno, te gustaría dejarlo para mejor ocasión.

Es en ese instante cuando deseas ser la mosca de paso que se quedó pegada en la telaraña y termina convertida en lo que te han hecho parecer a ti: un capullo.

NO ES LO MISMO

NO ES LO MISMO

Una cosa es la dirección y otra el sentido, pasar inadvertido que desapercibido.

No es igual tener opinión que tener criterio, amar que querer, temer que huir.

Hay cosas que aunque parecen idénticas en teoría, en la práctica son diferentes: como las personas, como los copos de nieve, como las ideas, como las comisuras de los labios, como las intenciones.

No es lo mismo ser bueno que estarlo, el viaje que el camino, pasar de largo que olvidar, estar mal que rendirse.

Las cosas no son lo que parecen, las cosas son lo que son: como las pinturas abstractas, como las falsificaciones, como el amor, como la magia, como la confusión, como la realidad.

DEL REVÉS

DEL REVÉS

Cuando llueve hacia arriba las nubes se ensucian de barro.

Los truenos se reflejan en los escaparates y los rayos retumban bajo la ropa.

Cuando el tiempo desafía el movimiento de las manecillas del reloj, las calles se llenan de cangrejos de mar en busca de un lugar donde esconderse.

Cuando la luna sale al mediodía los lobos pierden la razón y enmudecen de golpe, mientras son perseguidos por cientos de corderos.

Cuando todo es mentira, o lo parece, posiblemente esa sea la única verdad.

Una buena razón para empezar de nuevo o para decidirse a vivir dando vueltas como un reloj de arena. Por derecho y del revés.

LUCES Y SOMBRAS

LUCES Y SOMBRAS

A ella le daba miedo la oscuridad, él padecía fotofobia.

A lo largo de los años habían hablado miles de veces, pero, casi nunca sus miradas habían podido encontrarse.

Ella cerraban los ojos de noche, él los cerraba de día.

Ella le describía los amaneceres, él le contaba al oído los secretos de las estrellas.

Su relación parecía imposible y, sin embargo, se amaban más allá de lo imaginable. Habían aprendido a quererse así y ya no concebían su relación de otra manera.

De vez en cuando, muy de vez en cuando, la naturaleza les hacía un regalo maravilloso que les reconfortaba: un eclipse de sol.

LAS HORAS MUERTAS

LAS HORAS MUERTAS

He encontrado el reloj

que da las horas muertas.

Un viejo carillón

que cuenta los minutos en voz alta,

desde el fondo del angosto salón

donde se encuentran

las miradas perdidas.

Sobre una mesa camilla

con la falda muy larga,

una diminuta musaraña enjaulada,

mira por la única ventana que tiene

la estancia y que ofrece unas

fantásticas vistas

a un espacio en blanco.

Una vieja musa despeinada,

tumbada en el suelo de madera,

hace un solitario con las cartas

marcadas y ningún interés.

Yo estoy de pie junto a una

mecedora que cabalga despacio,

hipnotizado por su movimiento.

Ausente y sin pensarlo me debato

entre quedarme quieto,

o asomarme a la calle y pintar el

paisaje.

Sin embargo, no siento nada

especial.

Nada ni nadie me desagrada,

ni siquiera tengo la sensación

de estar matando el tiempo.

El viejo reloj de péndulo

ya se encarga de dejarme claro,

cada dos por tres,

que allí se viene:

a desaprender,

a desoír,

a descreer,

a deshacer,

siempre a deshoras.

«Entre tu espalda y mi pared».

Editorial Renacimiento.