BIENAVENTURADOS

BIENAVENTURADOS

Bienaventurados los que vuelven porque alguna vez se fueron.

Bienaventurados los que se van porque saben lo que se pierden.

Bienaventurados los que madrugan porque santificarán las siestas.

Bienaventurados los que sufren porque ellos estarán hartos.

Bienaventurados los que luchan porque es agotador.

Bienaventurados los que están morenos porque cualquier día estarán negros.

Bienaventurados los tristes porque puede que les dé la risa floja.

Bienaventurados los que escuchan porque oyen lo que quieren.

Bienaventurados los que leen porque saben pasar página.

Bienaventurados los limpios porque mejorarán cualquier el ambiente.

Bienaventurados los que buscan porque lo mismo se encuentran.

Bienaventurados los que piensan porque de ellos será el reino de los que no lo hacen.

Bienaventurados los que NS/NC por lo segundo sobretodo.

Bienaventurados los que creen y los que no, porque ellos verán a Dios, o no.

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SE TE TIENE QUE OCURRIR

SE TE TIENE QUE OCURRIR

Hoy se pone a la venta SE TE TIENE QUE OCURRIR -aforismos, tuits y citas a ciegas- (Editorial Renacimiento. Colección A la Mínima).

Este nuevo libro es una recopilación de diez años de encuentros conmigo mismo, a través de frases que se me han ido pasando por la cabeza y que terminaron colgadas en las redes sociales o escondidas en alguna libreta, de andar por causa, de esas que uso para pasarme a limpio.

Ideas, tuits, pensamientos, ironías, sarcasmos, afirmaciones, chistes en serio, confirmaciones, surrealismos, provocaciones, negaciones; palos, pelos (menos que señales); seso, dramas y rock sin roll… conforman este catálogo de aforismos, esta suerte de puntadas y putadas con hilo, que me resumen por fuera tras consumirme por dentro.

SE TE TIENE QUE OCURRIR es más que un libro de auto citas, es el resumen de una filosofía de vida y debida, de una forma de prensar, de una manera de descreer. Es un desnudo integral sin anestesia. Una guía para entenderme y, de paso, interpretar y destripar el mundo que nos rodea.

El libro se puede comprar en los establecimientos del ramo (del ramo de libreros, preferentemente)

o por internet:

https://www.amazon.es/Libros-Javier-Ruiz-Taboada/s?ie=UTF8&page=1&rh=n%3A599364031%2Cp_27%3AJavier%20Ruiz%20Taboada

o a través de la propia página de la editorial:

http://www.libreriarenacimiento.com

Y, ya que estoy, os dejo con uno de mis últimos cuadros.

REGRESO AL PASADO

REGRESO AL PASADO

A veces me entran ganas, casi lo necesito, de llenar la maleta de rostros y de nombres que alguna vez quisieron llevarme de equipaje y salir a su encuentro, allá donde se escondan, y volver a mirarles fijamente a los ojos y escuchar sus silencios y el ruido de sus vidas.

Encontrarme de nuevo con ese amor eterno que duró lo que dura la pasión y el deseo, o al amigo invisible que borró cualquier rastro y del que algunas veces me vienen a contar.

A la bruja de lujo que lamió mis heridas y despertó caricias que nunca se durmieron.

Deshacer el camino para buscar la forma de rescatar lo bueno de mi mala conciencia.

Decirle a aquella chica que aún vibra en mi memoria la tarde que rompimos el sello de los labios.

Contarle a aquel maestro que entendí sus lecciones una vez no hizo falta saber lo que enseñaba.

Ir en busca del viejo que me sirvió de guía e invitarle a la copa que jamás compartimos.

De la loca pandilla que escapaba de nada cuando nos perseguían las ganas de crecer.

A veces me entran ganas de entrar por los balcones y espiar lo que queda de mi vida pasada.

De devolver favores que nunca me pidieron.

De echar bien el cerrojo a algunas cicatrices.

De distinguir las voces del eco de un olvido.

De despedirme ahora que se que queda cerca lo que esté por llegar.

A veces me entran ganas que luego se me pasan.

CONTRA VIENTO Y MANERAS. Ed. Renacimiento.

SIN COMENTARIOS

SIN COMENTARIOS

Supongamos que un día te levantas, haces las tareas propias de tu seso (o sea, poca cosa) y en un arrebato de mal genio te cabreas contigo mismo. El motivo es lo de menos. No importa que te hayas afeitado con el cepillo de dientes, maquillado con los polvos de talco o abrasado con el agua fría, que en la radio guarden silencio, que haga un frío puerros (en crema templada con picatostes al aroma de menta poleo) o que se te haya caído al suelo la tostada por el lado por el que sueles untar la mantequilla, de canto.

En los tiempos que corren, que se arrastran, cualquier hoyo es trinchera para montar un pollo o ponerse a dar gritos como un poseso. Pues eso. Supongamos que en ese estado de cabreo supino, sin motivo aparente y harto de tu propio tú, decidieras largarte de casa dando un portazo, sin avisar, sin ti. Así, por las malas.

Quizá, de entrada, le restarías importancia a tamaña gilipollez pero, de salida, te darías cuenta de que, aunque en teoría uno no puede vivir «sinsigo mismo», ni ir por ahí desdoblado y disgustado por un quítame allá esas fajas, la cosa podría tener otras lecturas y ser un alma de doble filo. Así que, te pones lo primero que tienes a mano (una toalla de baño recién exprimida) y te lanzas a la calle a buscarte para ponerte de acuerdo en qué es mejor para ambos. Como sucede en estos casos, cuando piensas que estás a punto de darte alcance, te quedas con un palmo de narices viendo como, tu otro tú, das un salto y te aleja montado en el techo de un descapotable.

De pie sobre la acera, semidesnudo, objeto de las miradas de propios y extraños, decides volver sobre tus pasos y dejar de hacer el ridículo sin cobrar la entrada.

Entras en el portal por la gatera. Subes en el ascensor junto a la pareja de abuelos que vive en el Bajo D y lo que parece un perro, y piensas que, bien pensado, poder disfrutar de un rato sin saber de ti, no es tan mala idea.

Ya en tu piso, desnudo del todo, te dispones a pasar lo que queda del día, o vaya usted a saber, sin tener que preocuparte por el qué dirás.

*A veces, lo bueno de lo malo es lo malo de lo bueno y viceversa (y se non è vero, è ben trovato»).

MI PIE IZQUIERDO

MI PIE IZQUIERDO

Tengo un problema con mi pie izquierdo. Se empeña en ser el primero en saltar de la cama y yo, que no soy supersticioso porque da mala suerte, me esfuerzo en llevarle la contraria, o el contrario.

La cuestión es que, dado que amanezco boca arriba y duermo en el lado izquierdo de la cama, hacerlo con el pie derecho desde esas longitudes, me crea más retortijones de columna de lo que una espalda está dispuesta a soportar. Me da a mí que, las vértebras verticales, son demasiado suyas como para parecer tan nuestras.

Lo primero que hay que hacer para intentar levantarse con buen pie cada mañana, es refrenar ese impulso involuntario de abandonar de cualquier manera el colchón y precipitarse a ese abismo de baldosas o parqué que nos rodea. Se debe tener en cuenta que, la intensidad del despertar es directamente proporcional al volumen al que esté puesto el despertador, elevado a la profundidad del sueño.

A continuación, a pesar del pánico y de tener los globos oculares a punto de nieve, se hace necesario luchar con uñas y dientes, a ser posible aún dentro de la boca (los dientes, no las uñas), por distinguir la izquierda de la derecha, como hacen los votantes indecisos. Es en ese instante, una vez incorporado, cuando se debe girar el cuerpo sobre las nalgas y situarse con las extremidades inferiores colgando del borde de la cama, dispuesto a darlo todo por mantener una postura digna ante la vida, algo que se consigue a duras piernas. Y ahí está el problema, mi pie izquierdo tira de mi descarnadamente, con la intención de ser lo primero en posarse sobre el frío suelo (las zapatillas, como el papel higiénico, nunca están cuando más las necesitas). Es el instante de imponerse, de tomar el control del culo y apretarlo como si no hubiera un ayer.

A nadie le gusta empezar el día con mal pie, a mí, particularmente, no me gusta empezar el día con ninguno (donde esté una buena cama que se quite el fútbol), sin embargo, ya que no se puede elegir, las cosas de andar por casa, no deberían ser tan complicadas.

Demasiada tensión para un simple «levántate y anda». Seguro que Lázaro ni se lo planteó, dadas sus circunstancias.

Nadie nos advierte de lo difícil que es ponerse en pie, cuando ese pie no debe ser, dicen los puristas, el del lado izquierdo de tu cuerpo, según se mire.