Con tretas hay paraíso.
Sin alcohol, hasta licores.
Sin luna un cielo indeciso.
Con sudor, cerco de olores.
Sin voluntad, mal consuelo.
Con soberbia, soledad.
Sin un hombro mil pañuelos
que no secan de verdad.
Con buen hambre no hay flan duro.
Sin valor hay desertores.
Con dinero, algún seguro.
Sin gusto, raros colores.
Con sueño, largas mañanas.
Sin pecado, sosas vidas.
Sin balcones hay ventanas.
Con venda, metas perdidas.
Con delito no hay amigos.
Sin peligro no hay candado.
Sin ojos en el ombligo
pelusas en otro lado.
Sin ideas no hay talento.
Con truenos, nubes y rayos.
Con paro mucho tormento.
Sin capa, flecos y sayos.
Sin presente no hay futuro.
Con censura, pezoneras.
Con fronteras, muchos muros
que andan pidiendo escaleras.
Sin motivo no hay excusa.
Con deseo, primer plano.
Sin inspiracion no hay musa
que se deje meter mano.
Con educación no hay prisa.
Sin violencia, buenos modos.
Con buen humor, mejor risa.
Sin cerebro sobran todos.
Mes: febrero 2016
LA CASA DE EMPEÑO (Reverso en género negro)
En la tienda que empeña lo vivido,
donde se vende a Dios sin confesar,
tienen también «lo malo conocido»
y encima, ayer, entraron a robar.
Dice la policía que, los cacos,
reventaron la puerta de salida
y, sin contemplación, armando un taco,
desvalijaron las estanterías.
Se llevaron la flauta de Bartolo,
las ratas del cuentista de Hamelin,
A Chubaka, felpudo de Han Solo,
y un ojo de Affelou, el del Chin-Chin.
La cara B de las contradicciones,
un reloj que marcaba las deshoras,
un rosario de buenas intenciones,
la tapa de la caja de Pandora,
el infierno de Dante congelado,
un billete de vuelta al quinto pino,
el pito del sereno rechupado
y un perfume de esencia de comino.
Por lo visto han dejado un valioso
conjunto de problemas indigestos.
La piel sin estrenar de un pobre oso
que alguien piensa cazar, un día de éstos.
Al parecer el método empleado
ha resultado cutre y chapucero,
y al jefe de la banda han encontrado
acorralado por un ¡qué! y un pero.
El prestamista tardará unos días
en dejar de tener fruncido el ceño
y, ha declarado, con alevosía,
que no piensa morir en el empeño.
DE RISA
Qué invierno tan singular,
tan concentrado, tan breve
tan llueve por no llorar,
tan como de siete a nueve.
Tan de no saber sumar
ni números ni colores,
cerrado de par en par,
abierto por vacaciones.
Qué invierno tan anormal
tan raro, tan anodino,
tan de ponerse a pactar
sin importar un pepino.
Tan de fiesta sin guardar,
tan de no verlas venir,
qué invierno tan peculiar
tan perdido, «Tan, Ton, Tin».
Tan de -¿Qué dices? Me opongo,
tan chulo, tan «y tú más»,
tan de mirarse el mondongo
sin pensar en los demás.
Tan absurdo, tan extraño,
como de aquella manera,
tan de no salir del baño.
Qué invierno tan primavera.
AQUÍ JUGAMOS TODOS O NOS PINCHAN EL BALÓN
Somos un pueblo poco dado a los llamados «procesos participativos». En la mili ya se decía «voluntario ni a comer». No reniego de ellos, al contrario, pero intento ceñir mi comentario a la realidad social que padecemos. Lo de no participar lo llevamos en los genes, como tantas otras taras, heredadas de décadas de dictadura. Exceptuando el 2 de mayo, las elecciones cada cuatro años, un referéndum cada treinta y la amenaza de desaparición de un club de fútbol, nuestras movilizaciones «para quitar, poner rey, o ayudar a nuestro señor» se reducen a las juntas de vecinos, con escaso éxito de convocatoria,
Se podría decir que, en estas lides, somos «demócratas no practicantes». Vamos a «misa», uno de cada doscientos domingos por saber si ha habido novedades. Si tuviéramos que estar cada poco tiempo manos a las urnas, no sé yo «qué otro pollo nos cantaría».
La razón de este quietud, hay quienes la justifican en aras de suponer que, para la cosa de pensar y decidir, ya están los profesionales de la política (risas). Para otros, es más una cuestión de no de no estar dispuestos perdonar las cañas del domingo por la mañana (ni las de a cualquier hora).
No obstante, frente a los que ni están ni se les espera (la mayoría), aparecen los que se mueven como pez en el agua, los que sí creen que, en eso principalmente, es en lo que consiste la verdadera democracia real, algo que tampoco dudo.
Por lo general, se trata de gente joven, igual de manipulada que el resto, pero con ese toque de rebeldía y de querer cambiarlo todo que les honra. Aún no saben (bendita inocencia) que la vida nos cambia a todos poco a poco, cana a cana, año a año y que, de la fiesta de la participación, antesala de la democracia, alfombra roja de las utopías, pasas a renegar de ir incluso a las reuniones familiares.
Es engañoso someter a referéndum algo en lo que no se va a implicar una mayoría representativa. El hecho de someterlo, no, allá cada uno con su conciencia social, sino de considerar los resultados de esa consulta como la opinión de «todos» sin los votos de casi nadie.
De eso se aprovechan los que venden la democracia en frascos pequeños y etiquetados, sin dar tiempo a que la gente previamente se adapte al nuevo modelo consultivo.
Así que, si un día oye que se va a preguntar a la ciudadanía, en proceso participativo creado a tal efecto, por la necesidad de eliminar los cementerios (un suponer), si se abstiene de hacerlo, dése por enterrado en su despensa dentro de un Tupperware o en un tiesto del balcón.
Que nadie se confunda conmigo. Creo que votar debería ser obligatorio, como lo es aceptar el resultado.
PARA QUE SOBRE GUSTOS HAYA ALGO MÁS ESCRITO
Me gusta que las cosas se levanten:
la niebla, la pasión, las prohibiciones…
Me gusta el toque, cuando no da el cante
y, en general, la luz de las canciones.
Me gusta confundir a la apariencia
y poner el derecho del revés,
invitar a la madre de la ciencia
a hacer un bis a bis entre los tres.
Me gusta que, a la luz de las estrellas,
la noche quiera echar más leña al fuego.
Me gusta mucho más un hasta luego
con andares de adiós, que adiós sin huellas.
Me gusta pelearme con las musas
y darles la razón como a las locas,
ver colgada en las cuerdas de la ropa,
arrugada y al sol, la ciencia infusa.
Me gusta comer carne de vigilia
y pecados normales de ración.
Me gusta tanto la contradicción
que la he puesto en el libro de familia.
Me gusta escatimar en pesadillas
y abusar de los besos de tornillo,
Hacer dulce con alma de membrillo
cuando te sientas sobre mis rodillas.
Me gustan las sorpresas esperadas,
el canto de los grillos en verano,
quedarme quieto y que me metan mano
los ecos de las voces silenciadas.
Me gusta descubrir en los detalles
un mundo de verdades invisibles.
Me gusta compartir los imposibles
en la acera del cielo de las calles.
DE CUANDO EN CUANDO
Cuando lo malo no parece nuevo.
Cuando lo bueno nos resulta raro.
Cuando nadie ve el vaso medio lleno.
Cuando la duda pasa por el aro.
Cuando no tienes ases en la manga,
(ni en la del mal menor ni en la del brazo)
Cuando la vida es tango pero en tanga.
Cuando lo que te ponen es el cazo.
Cuando cualquier perfume huele a cieno.
Cuando la luz de guia no es un faro.
Cuando se pisa a fondo y es el freno.
Cuando mantener memos sale caro.
Cuando nadie conoce los motivos.
Cuando la noche quiere ser de día.
Cuando los crecimientos negativos
dejan despelotada a la utopía.
Cuando el futuro es tu pesadilla
y sueñas más dormido que despierto.
Cuando quieren usarte de cerilla
para quemar tus naves en su huerto.
Cuando los ojos abren por derribo.
Cuando pierde la gracia la ironía.
Cuando el futuro espera en un archivo.
Cuando te tienes, hasta tú, manía.
Cuando el pasivo pasa por activo.
Cuando se pone triste la alegría.
Cuando por respirar cobran recibo.
Cuando naufragas en la fantasía.
Cuando todo parece estar perdido
y piensas que no hay nada que ganar,
lo mejor es no darse por vencido
y mandar al destino a esparragar.
EL DÍA DE LOS ENMARRONADOS
España de los hechizos
que confunden a las masas.
Curadero de chorizos
cortados en tabla rasa.
España de cuchipanda,
de fuegos artificiales,
de bobos como Dios manda,
de burocracia a pedales.
España del digo Diego.
Jardín de Manostijeras.
Inventora del «te veo»
y de paso te doy cera.
España del negro paro.
De mástil sin su bandera.
De lo bueno sale caro
y lo barato de pena.
España con aditivos
y bastantes conservantes.
Patria chica de los divos.
Senda de los elefantes.
España del conformismo.
Tierra de los brotes verdes.
Estado del triunfalismo,
generalmente, los viernes.
España del varapalo.
Con pecado concebida.
Mucho pico, pero malo.
De siesta y ¡Abre, María!
España de los juzgados.
Casino de la retranca
en el que tiras los dados
y siempre gana la banca.
España de los amores
que duran toda la huída.
Trastienda de los horrores
de los locos a medida.
España con acritudes,
de peineta y butifarra,
de coleccionar virtudes
que lindan con lo macarra.
España de risa tonta
y de llanto con chorreras,
de disculpar al que monta
pollos «de aquella manera».
De las pelotas de goma,
de los caprichos de Goya,
de los sujetos de broma,
de ida y vuelta de olla.
España de los olores
que saben a naftalina.
Estación de los amores
con trenes a la deriva.
A POLVOS
Este andar entre blindo y condecoro,
entre tiempo de invierno y primavera,
de no saber que hacer en la escalera,
de no encontrar al cafre del tesoro.
Este absurdo y cansino sube y baja
de unos tipos sin gracia ni interés,
este llevar los guantes del revés
y no saber cortar con la baraja.
Este tener que andar con disimulo
con el tanga calado hasta los huesos
sin poder sonreír de medio culo…
O nos deja al final del todo tiesos
o nos ponemos pronto igual de chulos
o matamos a polvos los excesos.
FEBRERO (Rocher)
A veces cuesta ver la luz del día
por más que el sol se ponga de puntillas.
Tal vez porque vivamos de rodillas
o porque se nos nubla la alegría
viendo el Retablo de las pesadillas.
No es fácil encontrar las ilusiones
en medio de ésta niebla impenetrable,
fabricada con agua no potable,
que no nos deja ver otras opciones,
que, ni levanta, ni es impermeable.
Cuando las cosas son lo que parecen
cuesta más defenderse con lo puesto.
Nos faltan mimbres para tanto cesto,
sobra desgana para lo que cuecen,
faltan semillas para tanto tiesto.
Cargados de razones para darnos
una tregua sin nada que soñar,
el tiempo se ha parado a consultar
si puede de algún modo consolarnos
o si será mejor verlo pasar.
Y con todo y con esto, no podemos
echarnos a dormir del otro lado.
No debemos anclarnos al pasado,
ni al presente que todos conocemos,
ni escoger el futuro equivocado.
Mientras todo se aclara, reintentemos:
Un viento nuevo para cada vela,
un hola para cada despedida,
una costura para cada tela,
una tirita para cada herida.
una anestesia para cada muela,
Un oleaje para cada roca,
una tormenta para cada fuego,
un alimento para cada boca,
una respuesta para cada ruego,
una colleja para quien se enroca.
Una sonrisa para cada duelo,
una palabra para cada gesto,
una caricia para cada anhelo,
una esperanza para cada resto
que vamos encontrando por el suelo.
Descubramos el alma de las cosas.
Repintemos el punto de partida.
Separemos el verso de la prosa.
Señalemos la puerta de salida
a los que nos han puesto las esposas.