IDIOTAS

IDIOTAS

El ser humano, del divino ya ni hablamos, ha conseguido, no sin gran esfuerzo, tozudez y estulticia, a lo largo de los siglos y por los siglos de las siglas, que la vida sea tan complicada como para hacerla imposible.

Para ello nos hemos dotado de leyes que regulan leyes que regulan leyes que jamás debieron haber sido leyes (seguramente escupidas por la mente de alguien que perdió un juicio o el suyo propio, o quiso vengarse de otro u otra).

Hemos creado absurdos mecanismos de autodefensa y de defensa ajena que, amén de innecesarios, han contribuido a enredar más esa madeja que hoy nos hace las veces de alzacuellos y de excusa para ahorcarnos con la primera rama tronchada (de risa) del camino.

No contentos con estar contentos y despreocupados, le pusimos una aclaración a cada sílaba, un pero a la parte de atrás de cada frase, una excepción a cada regla, una regla a cada acción, una pega a cada gesto y una mueca a cada respuesta.

Sembramos de dudas los campos de labranza y las laderas del conocimiento y, con la cosecha resultante, llenamos de mierda el silo de la experiencia hasta dejarlo inservible.

Aprendimos de nuestros errores que rectificar era cosa de sabios y nos lo creímos por interés, sin entender que equivocarse es de torpes, que los sabios no están para equivocarse ni pendientes de esas bobadas.

Somos esclavos de las leyes, de los bancos, de la nómina, de las ideas peregrinas, de los políticos, de los miedos de incomunicación, de lo que digan u opinen de nosotros, del papeleo, del temor a ser autónomos (que a su vez son esclavos de todo eso y de ellos mismos).

Estamos presos al otro lado de la valla. Vivimos (o eso creemos) atrapados en el tiempo y en el cada vez más escaso espacio. Entre cuatro paredes por mucho que dos de ellas estén hechas de cielo y de mar.

Nuestro horizonte es la quietud. El futuro sentarnos en cuclillas y matar el tiempo echando de comer a las baldosas.

Todo tiene su excepción, su lado oscuro, su lado absurdo, su lado bueno, pero, ni lo bueno nos convence. Nos sentimos obligados a buscarle siempre tres gatos al pie., de encontrar culpables

Llegará un día en que respirar sea delito o esté mal visto o nos lo prohiba un necio, y habrá quien deje de hacerlo.

Porque somos idiotas.

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(Y cuando aumentó la preocupación por la contaminación acústica en las ciudades, alguien inventó las maletas con ruedines).

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CULPABLE

CULPABLE

Camino despacio persiguiendo a mi sombra que me indica el camino que espero sea de luz.

Camino medio grogui como el preso que enfila el corredor de la muerte, con la esperanza de que sus verdugos no hayan pagado el recibo ese mes o se funda la silla o que les hayan cortado el gas por avería o que su ejecutor no encuentren ni una sola vena sana por la que inyectarle su veneno mortal.

Camino sin ganas de llegar a ninguna parte y menos a alguna que termine al borde de un precipicio sin salida, sin más salida que una nada envasada al vacío, al fondo a la derecha.

Camino y no siento la calle, no reconozco las aceras ni las caras que siempre se han cruzado con la mía. Nadie me reconoce ni me conoce. Es como si se hubiesen olvidado de que alguna vez fui bueno o merecí la pena o la alegría.

Camino y me pregunto qué mal pude hacer más allá de respetar la vida, de querer vivirla, de sentirme vivo, de cuidar de todos.

Y así voy caminando de puertas para dentro, dando palos de ciego, sumido en una suerte de desgracia ganada a pulso.

Me siento como el pájaro al que han quemado el nido, como el gato que ansía no ser como los otros, como el árbol cansado de no poder crecer.

Camino y al doblar la esquina compruebo que mi sombra me ha dado la espalda y ahora me pisa los talones.

Camino y no reviento por no sentirme más culpable y solo.

SIEMPRE QUISE TENER

SIEMPRE QUISE TENER

Mis cuadros subiéndose por las

paredes.

Tu corazón en mi puño y viceversa.

Confianza sin fianza.

Un sueño consentido (común).

Mi voz bajo tu almohada.

Una buena oportunidad con

respaldo y dos cojines.

Un sitio donde huir.

Valor para saltar.

Un tiempo que perder.

Dinero suficiente para que no me

importe el dinero.

Un éxito sin más.

Un toque diferente que no

provoque indiferencia.

Volver de todas partes.

Una mirada «de esas».

Una isla desierta con todo lo que la

gente se lleva y abandona cuando le

preguntan ¿qué tres cosas te

llevarías a una isla desierta?

Un escondite donde encontrarnos.

Una buena razón para no pensar.

La mejor disculpa jamás inventada.

El humor eterno.

Aprobar mi examen de conciencia.

Un pecado vital.

Un trio de dos.

Una noche conmigo pero sin mí.

Otra vida después de la muerte…

(Aquí el lector, si lo desea, puede jugar a aumentar la lista con sus preferencias).

Siempre he querido tenerlo todo,

no creo que sea mucho pedir.