A estas alturas (harturas) del año, con el cansancio por las nubes y el ánimo por los suelos, con la mala leche a punto de nieve y la nata con galletas, lo mejor que podemos hacer es abrir una maleta, meternos dentro y dejarnos llevar. Sacar del armario los sueños del verano (la ropa aún sigue fuera) y guardar en la cómoda la incómoda memoria astillada. Comprar un billete de ida, sin pensar en el de vuelta y hacernos amigos de lo inolvidable y, por defecto, de lo inoxidable. Disfrutemos de lo bueno conocido por si nos endosan un día lo malo por conocer.
A estas alturas del año, pesan las palabras y las voces, lo comido y lo servido, lo malo y lo peor, el este y el «o este», el bien y el mar, el mal y el ven.
El pasado es un eco lejano que se pierde de vista. El futuro es un ruido incesante de caracolas saturadas de peces que ahogan el sonido de las olas y te escaman, de corazones cerrados por fuera, de fantasmas encadenados a su melodía, de vecinos bajando a la calle a subir la basura.
Regálate un minuto vacío para llenarlo como más te plazca, aunque sea camuflado entre el lenguaje que solo entienden los que se desvelan en mitad del día, con tal de no darse contra la mesilla de noche de madrugada. Relájate un minuto.
Llena tu vacío de caricias por probar, de luces por encender, de aire que ventilar, de sueños por arreglar, de vida por vivir, de ideas por tener … llena tu vacío de esas pequeñas cosas que a veces se asoman al balcón de la punta de la lengua y que nunca recordamos que están ahí, y que sienten el vértigo de la memoria y no les dejamos dar un salto al presente.
Fabriquemos tiempo, que es lo único que no se acaba nunca, que no cierra ni por vocaciones ni por derribo, que está ahí aunque no lo veamos o sepamos ver.
Cumplamos las promesas que el enero pasado nos hicimos, antes de que se junten con las mismas promesas del enero que viene, excepto las promesas imposibles tales como: aprender inglés, ir al gimnasio, tomarse las cosas de otra manera, ahorrar para el puñetero capricho que ya no tenemos, hacerte la colonoscopia («lo bueno si breve dos veces radio»), la dolorosa y tan necesaria mamografía y conseguir no volver a prestarle dinero al primo del prestamista.
Saquemos la piel al sol en cuanto cante el rayo. Sequemos la mente al aire en cuanto calle el trueno. Hagamos algo por nuestro bien, por una vez, en defensa propia, en propia puerta, como un gol que te metes con gusto, que los autogoles pican menos que la sarna.
Y, si fuera posible, vamos a ponernos manos a la obra e intentar joder menos y follar más (o como se diga).
Gracias, hay días que se necesita oir algo así. Ahora solo tengo lo urgente delante, pero voy a buscar un hueco para mí.
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Escribes muy bonito, Javier. No es ni será la primera vez que te lo diga pero creo que tienes el don de saber plasmar lo que muchos pensamos de forma magistral y muy original. Es como si los pensamientos y las palabras te estuvieran esperando para que los ordenases y dejaras por escrito.
«Regálate un minuto vacío para llenarlo como más te plazca».
Creo que estás haciendo que muchos nos regalamos esos minutos leyéndote.
G R A C I A S
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A ti. De corazón.
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Me encantaría entender lo que me quieres trasmitir..pero me conformo con disfrutarlo…y relajarme.
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Que disfrutes que son dos días y uno lo pasamos trabajando y uno durmiendo.
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