Me gusta que las cosas se levanten:
la niebla, la pasión, las prohibiciones…
Me gusta el toque, cuando no da el cante
y, en general, la luz de las canciones.
Me gusta confundir a la apariencia
y poner el derecho del revés,
invitar a la madre de la ciencia
a hacer un bis a bis entre los tres.
Me gusta que, a la luz de las estrellas,
la noche quiera echar más leña al fuego.
Me gusta mucho más un hasta luego
con andares de adiós, que adiós sin huellas.
Me gusta pelearme con las musas
y darles la razón como a las locas,
ver colgada en las cuerdas de la ropa,
arrugada y al sol, la ciencia infusa.
Me gusta comer carne de vigilia
y pecados normales de ración.
Me gusta tanto la contradicción
que la he puesto en el libro de familia.
Me gusta escatimar en pesadillas
y abusar de los besos de tornillo,
Hacer dulce con alma de membrillo
cuando te sientas sobre mis rodillas.
Me gustan las sorpresas esperadas,
el canto de los grillos en verano,
quedarme quieto y que me metan mano
los ecos de las voces silenciadas.
Me gusta descubrir en los detalles
un mundo de verdades invisibles.
Me gusta compartir los imposibles
en la acera del cielo de las calles.
Querido Taboada:
Tú sí que me pones del revés. Gracias por tus Reversos, tus reflexiones y el fútbol que te toca —es literatura pura— y también por tus cuadros. ¿No serás tú un humanista?
Beso. ¡Muac!
ireneabadros.com
@textosconlengua
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