No podemos estar seguros de nada.

¿Cómo hemos llegado a parecer marionetas de dedo?

Nadie espera nunca que pasen cosas tan retorcidas que no seamos capaces de entenderlas.

No vemos la maldad en el presunto asesino cuando se cruza con nosotros en la escalera antes de cometer el crimen. A veces ni después.

No queremos saber lo que puede ocurrir si nos dejamos llevar por la corriente. Nos dejamos llevar y punto. Aunque ese punto y seguido se convierta en un punto de sutura.

¿Qué se nos escapa cuando parece que lo tenemos todo bajo control?

No somos capaces de comprender cómo se comporta la masa, aunque seamos un ingrediente más de su secreto.

No estamos preparados para convivir en el caso de un más que previsible y perverso sinvivir.

¿En qué momento perdemos la cabeza, suponiendo que no vengamos sin ella de serie?

No queremos saber la verdad, solo lo que nos interesa sin importar que sea mentira.

No nos mueve el mero hecho de querer algo, sino que nos limiten o prohiban la posibilidad de poder pretenderlo.

No somos tan buenos como nos creemos. En cualquier momento nuestro cerebro muta, se vuelve contra nosotros y nos convierte en delincuentes en potencia con más «pronto» que tarde.

¿Quiénes somos? ¿Qué somos?¿Cómo hemos llegado a esto?

No somos de fiar. No somos inocentes. No somos nadie.

No somos. Solo estamos perdidos y asustados hasta que nos confunden con bultos sospechosos.

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