A ella le daba miedo la oscuridad, él padecía fotofobia.
A lo largo de los años habían hablado miles de veces, pero, casi nunca sus miradas habían podido encontrarse.
Ella cerraban los ojos de noche, él los cerraba de día.
Ella le describía los amaneceres, él le contaba al oído los secretos de las estrellas.
Su relación parecía imposible y, sin embargo, se amaban más allá de lo imaginable. Habían aprendido a quererse así y ya no concebían su relación de otra manera.
De vez en cuando, muy de vez en cuando, la naturaleza les hacía un regalo maravilloso que les reconfortaba: un eclipse de sol.