A veces me entran ganas, casi lo necesito, de llenar la maleta de rostros y de nombres que alguna vez quisieron llevarme de equipaje y salir a su encuentro, allá donde se escondan, y volver a mirarles fijamente a los ojos y escuchar sus silencios y el ruido de sus vidas.

Encontrarme de nuevo con ese amor eterno que duró lo que dura la pasión y el deseo, o al amigo invisible que borró cualquier rastro y del que algunas veces me vienen a contar.

A la bruja de lujo que lamió mis heridas y despertó caricias que nunca se durmieron.

Deshacer el camino para buscar la forma de rescatar lo bueno de mi mala conciencia.

Decirle a aquella chica que aún vibra en mi memoria la tarde que rompimos el sello de los labios.

Contarle a aquel maestro que entendí sus lecciones una vez no hizo falta saber lo que enseñaba.

Ir en busca del viejo que me sirvió de guía e invitarle a la copa que jamás compartimos.

De la loca pandilla que escapaba de nada cuando nos perseguían las ganas de crecer.

A veces me entran ganas de entrar por los balcones y espiar lo que queda de mi vida pasada.

De devolver favores que nunca me pidieron.

De echar bien el cerrojo a algunas cicatrices.

De distinguir las voces del eco de un olvido.

De despedirme ahora que se que queda cerca lo que esté por llegar.

A veces me entran ganas que luego se me pasan.

CONTRA VIENTO Y MANERAS. Ed. Renacimiento.

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