Sobrevivimos en un lugar de la revancha cuyo nombre ignoran, o del que no quieren acordarse, cada vez más personas. Reniega que algo quiebra. Les sucede lo mismo con sus símbolos, su situación geográfica, su historia, su orografía, su forma de llenar la paella, su clima, sus lenguas, su régimen político, sus instituciones, su cultura, sus afluentes por la derecha y por la izquierda, su manera de sentir y disentir, su si es no es y, ya puestos, que reniegan también del resto de la población. 

No se sabe muy bien si tamaño desapego nace de la convicción, de la ignorancia, de la mala baba ancestral, o porque realmente les asiste la razón pura, la razón crítica y la sinrazón práctica. Se desconoce si lo hacen por joder o directamente por intolerancia a la tortilla de patata (con o sin cebolla, que en esto también hay sus Mas y sus memos). 

La solución no es fácil porque, frente a ellos, están los que tampoco tienen la menor intención de bajarse de su burro, ni de dejarse pisar el callo, ya sea hecho a la madrileña o a la bilbaína. Me refiero a los miembros destacados de una auto engañada mayoría silenciosa, que lo mismo un día se lleva una estruendosa sorpresa. Los que prefieren que nada cambie no vaya a ser que sea a mejor.

El caso es poner, quitar y cruzar mejillas a diestro y siniestro. 

En España, o como se diga, de los 365 días del año, 378 se emplean en ponernos a parir los unos a los otros (como Dios nos ha amado). Así no hay quien se entienda, ni quien nos atienda. Aquí todo el mundo tiene razón y sujeta la sartén con su mango, nadie da su brazo a torcer ni a entablillar, todo hijo de vecino mea colonia y se la coge con papel de fumar.  En Expaña tener la fiesta y la siesta tranquila resulta harto difícil. 

Lejos de mejorar, con el paso del tiempo, las cosas van de mal en peor. Nadie descarta que terminemos todos pidiendo la hora, solicitando asilo político en un manicomio, o que acabemos a sopapo limpio por las calles con los nardos y los leotardos apoyados en la cadera. 

Nunca tan buen fondo fue defendido con tan malas formas. Lo único que ha evolucionado, para mal, es el ridículo que, antes rozábamos, y, hoy en día, vivimos estrellados en él.

Seguimos sin querer aprender que la única manera de poder convivir es conviviendo, a ser posible en paz, cada moco con su flema, pero en paz. El escozor ininterrumpido en las partes y en el todo, no tiene sentido, ni mejora con pomada. La verdad nos hace liebres y la mentira conejos.

Quede constancia de que todo esto lo digo apenado por ver que cada vez es más la gente que sufre esta suerte de hemorroides identitaria de manera desatada. En lo que a mi respecta me confieso aves de paso, de esas que pueden soportarlas en silencio sin inmutarme. Me creo capaz de vivir tan ricamente sin fiesta nacional, sin navidad, sin halloween, sin semana santa, sin mes de las flores, sin Black Friday, sin fútbol, sin gobierno, sin nido, sin pelo, sin nitrógeno líquido en la cocina, sin discutir y sin próstata.

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Un comentario en “FIERABRÁS

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