Bienaventurados los extraterrestres
porque de ellos es el reino de los cielos
y los que renacen, cueste lo que cueste,
de las cenizas de sus ceniceros.

Bienaventurados los que cuentan olas
en lugar de «merinas» descarriadas
y los que navegan en las caracolas
porque abrazan un mar sin marejadas.

Bienaventurados los escarmentados
porque serán rebeldes en la granja
y los que sobreviven agachados
porque, seguro, heredaran las zanjas.

Bienaventurados los que les consuela
el «mal de muchos» de las decepciones.
Bienaventurados los que no se «cuelan»
porque siempre tendrán otras opciones.

Bienaventurados los que se confían
y se piensan que «todo el mundo es bueno».
Los que tiene por norma esa manía
y les terminan por tomar el pelo.

Bienaventurados los provocadores
que te hacen el humor a la primera
y los magos que encuentran la manera
de meterte y sacarte los colores.

Bienaventurados los que no se tragan
los sapos del poder, con o sin pan,
las que se hacen la prueba de la rana
y el príncipe no tiembla como un flan.

Bienaventurados los que se controlan
y no montan un taco por segundo.
Bienaventurados los que no enarbolan
banderas que no sean de este mundo.

Bienaventurados los del culo prieto
porque ya no les caben más mentiras.
Ellos encontrarán, tal vez sus nietos,
soluciones y más alternativas.

Bienaventurados los que no se dejan
manipular por ratas de ración.
Bienaventurados los que no se quejan,
y muy bobos (las cosas como son).

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