A algunos nos pasa como a los astronautas, que tenemos un amor en cada puerto. Aunque, en honor a la verdad,  lo que yo tengo en cada puerto es un humor distinto.

Acrílico sobre tabla (70×60)

Soy menos de puertos de montaña que de mar. Esos espacios recogidos en los que la mejor defensa es un buen atraque. Esos rincones en los que los barcos descansan sobre el llamado «Espejo de agua». Esos remansos de paz en los que el peor ruido es el tintineo de las poleas contra los mástiles.

Dicen los entendidos que no hay que tener barco sino amigos que carguen con ese gasto y, porqué no decirlo, con ese gusto. Es conveniente, como dice la canción, tener alguien que sepa manejarlo para que a la deriva no te lleve, o si.

Este cuadro lo pinté recordando las noches de sol de un verano cualquiera. Esas en las que se puede ver el horizonte gracias al brillo de cualquier luz sobre el mar. En las que la luna llena chapotea en su superficie. En las que cualquier orilla es un puerto.

Mis lunas son soles que se parecen como la noche al día. Mis casas son bloques de color con grandes ventanales. Mi mundo es así. Una deformación como otra cualquiera.

Hay una combinación de tonos que me cautiva y es la que juega con los azules y los naranjas. Para gustos, los colores.

Bienvenidos a bordo y feliz travesía.

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2 comentarios en “ESPEJO DE AGUA

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