Hablar es darle eco a las ideas.
Es la revolución de los gemidos.
Suspiros que un buen día se desvelan
y rompen la barrera del sonido.
Hablar es un recurso extraordinario
siempre que no empeoremos el silencio
pateando la verdad y el diccionario
y, es que, a palabras sordas oídos necios.
Lo tedioso es hablar sin decir nada.
Ese hablar por ladrar bastante atroz
de los que mientras «rajan» cuecen babas
escuchando el sonido de su voz.
Es cansino el discurso inamovible
atrapado en un círculo vicioso,
en boca de un maniático jartible
o un salvador del mundo pretencioso.
Es harto insoportable el parlamento
de quien busca tener la razón pura.
Pesado, inasequible al desaliento
instalado entre el odio y la locura.
Dios nos libre de los incontinentes,
de los que no se quedan sin palabras
y, en especial, de los impertinentes
que mueven más los labios que las cabras.
De elementos así nadie nos salva,
Nos rodean. Están en cualquier parte.
Cualquiera tiene «bocas» a mansalva
soltando pestes por amor a helarte.
Me encanta;)👏🏻👏🏻
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Muy bueno!
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GraciS Sil
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