Caminaban muy juntos, como si fuesen uno, disfrazados de barrio, confundidos de acera. Firmemente abrazados, entremezclados casi, escondiendo sus manos en “vaya usted a sobar”.

Por dentro de sus ropas, sus manos y sus dedos traspasaban fronteras, se tocaban a ciegas sin nada que esconder. Desnudos de miedo, aislados del mundo.

Se arrancaban por dentro susurros y caricias. Al abrigo de sus abrigos, al borde de la noche, cargados de una pasión irracional y en bruto. Sin importarles las miradas ni los ojos abiertos de las ventanas con luz.

Llovía sutilmente, como si no quisiera, como si no existieran. Se amaban lentamente como si no supieran, igual que uno imagina por primera vez lo que nunca ha sentido.

Iban dando bandazos, esquivando baldosas, centrados en no darse de bruces contra la realidad, ni contra ningún pico del mobiliario urbano.

Su reflejo en el agua iba de un charco a otro y encendía la noche como un sueño a traición.

No me cabe duda de que estaban engañando a alguien. Esas cosas se notan. No hay pareja estable que se arriesgue tanto, que se exhiba tanto escondida en sí misma.

No me atreví a seguirles cuando, al doblar la esquina, enfilaron una calle en penumbra sembrada de portales. De esas en las que las farolas te espían de reojo, en las que las sombras se ponen en tu lugar.

Seguí mi camino, aunque puedo imaginar cómo acabaron.

Con lo calientes y distraídos que iban, ebrios de alcohol y fuego, lo más probable es que se quedasen dormidos, después de comerse a besos, de beberse el aire sin descanso, en el asiento de atrás del horizonte.

Amanecía. Y yo con estos celos.

Anuncio publicitario

4 comentarios en “BANDAZOS

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s