Un hombre compró una revista y leyó su horóscopo semanal. Le recomendaba que anduviese esos días con pies de plomo, así que, como era muy supersticioso y de talante literal, entró en una zapatería y pidió unas botas con la suela emplomada. Cuando salió a la calle llovía a cántaros, pisó un charco y se ahogó.

Ese mismo día, una mujer leyó también su signo del zodiaco. Le advertía de que iba a estar cargada de energía positiva. Sin pensárselo dos veces se echó a la calle radiante de felicidad, llovía con ganas y por contacto y se electrocutó.

Peor fue lo que le ocurrió al astrólogo de la revista. En el suyo se podía leer: «Yo de usted no saldría a la calle» y así lo hizo. Cinco días lleva encerrado ya en su domicilio en espera de que publiquen su nueva predicción.

De mí ponía que esta semana mostraría cierta tendencia a mostrarme susceptible. Pues no va el nota y me llama susceptible. A mí. A ver si le sale una gotera en el techo y se le inunda la habitación esa de la que no sale, por bobo. Susceptible yo.

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