Un frustrado dragón con dos cabezas.
Un verdugo de ángeles caídos.
Cenicienta, sin aires de princesa,
que antes de las doce se haya ido.
Un castillo en el aire, fortaleza
de un rey atolondrado y malherido.
Un laberinto recto de una pieza
y una bruja y un mago confundidos.
Se podría añadir, si se quisiera,
un hada con un palmo de narices
para que cada uno, a su manera,
le diera calabazas. Dos matices:
que el “Erase una vez” nunca lo fuera
y que no estén en veda las perdices.