Salir a pasear sin sentir frío.
ni miedo, ni dolor, ni nada malo.
Sacar a pasear tu desvarío
con la sana intención de no dar palo.
Simplemente: mirar, cruzar el río
que separa el futuro del pasado,
dejar el callejero a su albedrío
aunque elija el camino equivocado.
Y que no importe el nombre de la calle,
o si son empinadas las aceras,
o si el viento te coge por el talle,
o si suben o encajan las mareas.
Caminar sin saber de dónde vienes,
sin que importe una mierda dónde vas,
si se cruzan tus males con sus bienes,
lo que piensen o digan los demás.
Echarle un pulso al loco segundero
que te sigue a sesenta por minuto.
Pasear tu universo diminuto
volando sin volar a ras de suelo.
Pasear por la vida sin complejos
pero sin vocación de escaparate,
persiguiendo sonidos y reflejos
hasta volverte cuerdo de remate.
Salir a pasear con viento en popa
y mandar a paseo la tristeza.
Poner a la frialdad mirando a Europa
y volver abrazado a la belleza.