Un minuto de gloria dedicado
por nada en especial, quizá por todo:
Al mástil del pendón desorejado.
Al tuitero que calla por los codos.
Al año de papel del almanaque.
A las gotas que viven de los charcos.
Al que no se defiende al contraataque.
Al que pide en la fila de los bancos.
A la media verdad que no es mentira.
A lo que nunca cuentan de la historia.
Al marco, a la peseta y a la lira
que aún guardan su valor en la memoria.
A la gota de sangre que se seca.
A la tela de araña abandonada.
A los ratones de las ludotecas.
Al vacío que llena una mirada.
Le dedico también este minuto:
Al estuche con lápices gastados.
Al negro por estar siempre de luto.
Al blanco cuando está recién planchado.
Al libro que se aburre en la mesilla.
Al ojal del botón que no se abrocha.
Al sueño que no acaba en pesadilla.
Al que mezcla colores con la brocha.
A la luz que se apaga en la nevera.
Al garbanzo del pito del sereno.
A la huella que borra la marea.
Al que cose los trajes de neopreno.
Le dedico el minuto al espejismo
que convierte en cristal la carretera.
A ese instante fugaz contigo mismo
en el que eres feliz a tu manera.
A la parte más baja de los muros.
Al adiós que no espera un hasta luego,
Al lado sin usar del lado oscuro
y al que sin decir digo dice Diego.
También al interior de las afueras.
A la parte caliente de los paños.
Al cristal de las gafas de madera.
A las selfies tomadas en los baños.
Un minuto de gloria dedicado
por nada en especial, quizá por todo:
A la sonrisa abierta del candado.
A las partes cogidas por el todo.