Hay que reducir a cero
los gastos innecesarios.
Sin vacilación, sin peros,
ventilar deudas y almarios.
Hay que suprimir comidas
de placer y de trabajo,
el líquido en las bebidas,
las tripas en los zarajos.
Se acabó echar gasolina,
a caminar, que es muy sano
y, nada de medicinas,
prohibido ponerse malo.
Vacaciones, ni en pintura.
Fiestas, ni las de guardar.
Puntos, pero sin sutura.
Sexo, pero sin pagar.
Hay que recortar los gastos:
en ministros, presidentes,
pipas, caramelos, fastos,
chorizos y reincidentes.
Ahorrarnos el desamparo,
el mal y su algarabía
y a quienes no tienen claro
que, ir Panamá, es tontería.
Hay que ajustar bien las cuentas
de los tontos que presumen,
de las personas violentas,
de cuñados… En resumen:
Abstenerse de comprar:
milagros sin envolver,
pecados sin perdonar,
favores a medio hacer,
caricias sin precintar,
espacio sin recorrer,
abrazos sin reciclar,
tiempo sin anochecer.
No gastar en naderías
como estampitas y sobres,
si no, con tanta alegría,
en cien años, todos pobres.
Como siempre, simple y claro, me gustan mucho esos formatos y de hecho, no a este nivel intento lo mio. Saludos
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