A los amantes de paso.
Al parado sin opciones.
A los que no son un caso.
Al escritor de instrucciones.
Al músico callejero.
Al que limpia disparates.
Al carrito del cartero.
Al rey en su jaque mate.
Al que reparte el butano.
A fulanito de tal.
Vale, también a mengano.
Al lado bueno del mal.
Al probador de señoras.
A la vecina juiciosa.
A los que pintan la mona.
Al vino con gaseosa.
Al vendedor ambulante.
Al que perdió el imperdible.
Al funcionario currante.
Al contexto prescindible.
Al sujeto del embargo.
Al enterrador sin tierra.
Al encargado sin cargo.
Al cerrojo que no cierra.
Al tacto de las caricias.
A la más fea del baile.
Al que cuenta las noticias
que no interesan a nadie.
Al rabito de las peras.
Al que te arregla el motor.
Al que barre las afueras.
Al que pide por favor.
Al que peina las mascotas.
Al que lo piensa dos veces.
A quienes les llueven gotas
que ahogan hasta a los peces.
A la cajera que cobra.
A los que viven sin prisa.
A los que nunca les sobra
en la cara una sonrisa.
Al santo que se cabrea.
Al que nunca monta el pollo.
Al ojo que parpadea
e invita a tener un rollo.
Al hueco de la escalera.
Al cable del ascensor.
Al eco de la ladera.
Al culo en ropa interior.
Al que vive sin saberlo.
Al pobre que ni se inmuta.
Y a las madres que, sin serlo,
parieron hijos de puta.
Al que escribe gloria pura y despierta la ternura
se llama ruiz taboada y encara la mala uva.
Al que arranca una sonrisa con las pinzas de su pluma
se llama Ruiz Taboada y parece que hace nada
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