Alguien dijo una vez que “es preferible pedir perdón que pedir permiso”. Un consejo con la que podría estar de acuerdo si no fuera porque no lo estoy, entre otras cosas porque, hoy en día y en muchas circunstancias es políticamente incorrecto y motivo de cárcel. Podría aceptar la cita, pero solo en determinadas ocasiones. Sobre todo en aquellas en las que sabes que estás en posesión de la verdad y que tu experiencia está por encima de toda duda. En esos casos se impone tirar por el camino de en medio y creer más en uno mismo.

“Recuerdo las lecciones, no sabía si podría tocar”, le dice en Blade Runner, Reachel a Deckard. Y Vaya si sabía tocar. Siempre hay que fiarse de la memoria si ésta no está corrompida, manipulada o descascarillada por el paso del tiempo o la enfermedad.

Si sabes tocar no esperes a que el director de orquesta te dé con la batuta en los morros. La atrevida ignorancia de los demás te puede arrastrar hasta un borde que podrías haber evitado pidiendo perdón en lugar de permiso. Fiándote, además de tu memoria, también de tu instinto.

La inseguridad y la baja autoestima solo sirven para tocar y no echar nota. Lo que es un buen motivo para seguir intentándolohasta que suene la flauta, y no por casualidad.

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