Viví un tiempo alquilado en la ciudad prohibida.
Olía a libertad sin hielo y a sexo con ginebra. Nunca a cerrado. Un poco a naftalina.
Un escondite abierto a todas horas, las buenas y las malas.
Un espacio con humo boca a boca.
Eran tiempos distintos. en los que cada uno iba a lo suyo sin olvidar al resto.
Las noches eran largas como días.
La vida nunca daba explicaciones, tampoco las pedía.
El mal humor moría de la prisa.
El odio maquillaba su piel fina con simple indiferencia.
La risa era un recurso de la vida, un truco sin mago, un salto sin “red”.
Lo bueno era lo malo conocido y si pasabas, te cerrabas la puerta antes de entrar, y santas ascuas.
La gente era tú gente. Cualquier calle era un paseo marítimo. Encontrábamos la playa a la vuelta de un reloj de arena.
Nada era fácil, ni tan complicado como para que creyéramos en lo imposible.
Soñábamos, sentíamos, vivíamos en canciones y, seguramente, nos pasáramos más de un pueblo
Se vivía.
Me quedo sin palabras.
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Ya las pongo yo. Gracias.
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