No me importa vivir
entre cuatro paredes,
así puedo esconderme cada noche
en un rincón distinto
de mí mismo.
Los habrá que prefieran
asomarse a la calle
y exhibirse desnudos,
sin miedo a lo que opine
el cretino de enfrente.
Por amor al arte.
sin temor a helarse.
Habrá otros que opten
por vestirse de niebla
temiendo que levante.
Cada cual se desvive
al borde del peligro
en el que más a salvo se siente.
Hace en privado cosas
que no quiere airear,
celoso de sí mismo,
receloso del resto.
Cada uno es muy libre de sentirse,
si se da la ocasión,
una persona diferente,
dependiendo del lugar,
de las circunstancias,
o de las copas consumidas.
Cada mente se precipita como
gusta, a ese abismo tan íntimo,
en primera persona.
Casi todos llevamos dentro
un exhibicionista dentro
luchando por salir.
No estará de más,
llegado el caso, y el acoso,
que dejaran en paz la desnudez,
por tanto, de tocarnos los pezones,
los cada vez más rancios
“gilhipócritas”.