La voz que me acaricia
y no me toca,
que tanto me desea
y tanto quiere:
me da besos que no saben a nada,
me abraza con verdades de mentira,
me susurra al oído lo que sueña,
lo que quiere de mí
sin querer nada.
Es dueña de mis actos
y mis noches,
de mi cama vacía,
de mis cinco sentidos,
de mis manos.
Se desnuda despacio,
gime,
suspira,
muerde,
se desgarra,
se silencia,
se escucha,
desvaría.
Me quita las palabras de la boca,
deja un rastro de mí
sobre la almohada.
La voz que me acaricia
y no me toca
sabe que estoy despierto
a cualquier hora,
que espero su llamada
en esta habitación
donde sobran paredes
cuando faltan abrazos.
Donde faltan palabras
cuando sobran deseos.