Hay que volver a las pequeñas cosas:
A la puesta de sol bien entendida,
al tacto de los pétalos de rosa
de aquel ramo de amores sin espinas.
Es grato regresar a las entrañas
del viejo corazón que nos enseña
que en el fuego que funden la guadañas
importa más el aire, que la leña.
Hay que volver al beso que no dimos,
al olor de los cuerpos que consuelan,
a aquella noche en la que nos perdimos
y el día amaneció con luna llena.
Al lugar donde aprenden las mareas
que el mar no se desangra en cada ola,
al azul que, en la llama de las velas,
se enciende con el paso de las horas.
A la gota de lluvia que se escurre
descubriendo caminos de cristal,
al punto donde al cielo se le ocurre
jugar a confundirse con el mal.
Hay que volver a recorrer la acera
donde se cruzan todas las miradas,
hay que recuperar la primavera
en la que el sol brilló de madrugada.
Hay que volver al rastro del camino,
a la ropa interior de las afueras,
al tiempo en que escribieron tu destino
y hacer de musa de quien lo supiera.
A escondernos detrás de los cristales
del asiento de atrás del infinito.
Hay que volver a deshacer finales,
a volver a decir –te necesito–.
Habría que volver a tantas cosas..que necesitaríamos más de una reencarnación
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