Una verdad no anula otra, por más que la Asociación para la defensa del «Y tú más» se empeñe en hacer el ridículo. Por no hablar del «Y tú, Mas». Pero esa es otra histeria.
Siempre se ha dicho que ¨malos tiempos corren cuando hay que demostrar lo evidente” y, en ese sinsentido, estamos atravesando la peor racha de nuestra mala suerte.
Recurrir el mal ajeno para justificar el amor propio es tan tonto como frágil. Son tantas las cosas que se caen por su propio peso y tan grandes las ruedas de molino con las que comulgamos, que no descarto que alguien presente algún día un recurso ante el Constitucional para anular la Ley de la Gravedad.
Una sociedad madura, democrática y seria, debería moverse y removerse más por las ideas que por las ideologías. Lo importante no es el color del cristal tras el que se esconden las miserias, lo que importa es como se gestionan las mismas. Por supuesto que, en su momento, hay que valorar la herencia recibida del ojo ajeno, pero también reconocer la “reciviga» en el propio.
Volver una y otra vez al pasado para juzgar a quien ya fue condenado, es una pérdida de tiempo, de energía y para algunos también de orina.
El Estado en mal estado huele mal, independientemente de quien lo conserve.
Todo nos iría mucho mejor si fuésemos más críticos con quien nos gobierna, si lo que realmente nos importara fueran los resultados, no el partido en el que militan los han sido elegidos para cumplir con su obligación. Sin olvidar que el poder también lo dan los que no te votan.
Cada vez son más los que prefieren ejercer una opción inútil contra «los tuyos» a exigir a «los suyos» que no caigan en los mismos horrores.
El mal de muchos ya no es ningún consuelo, es un epidemia. Una epidemia de tontos.
Que clarito, y bien escrito. Que estupendo te explicas. Enhorabuena.
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👏👏👏👏👏👏
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