Está el cuento del calendario que solo tenía de un mes y no tenía vuelta de hoja. El de la ola que se negó a volver al mar y se quedó atrincherada en el foso de un castillo de arena. El del rayo de sol que quería ser de luna, pero se iba a la cama antes de tiempo. El cuento del camino de ida, que deseaba ser de vuelta, porque había olvidado el lugar del que venía. El del árbol que no crecía porque dormía como un tronco. El cuento de aquel pez que no sabía nadar y andaba bastante escamado o el de la pesadilla que padecía insomnio y pasaba las noches en blanco. El cuento de la llama que estaba a dos velas. El de la princesa que se enamoró de su doncella y el del príncipe que tuvo un percance con una rama. Hay cuentos inverosímiles, de difícil explicación, tan reales como los que nos cuentan a diario sin venir a cuento.

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